Amadísimos hermanos y hermanas:
1. Me alegra mucho poder encontrarme personalmente
con todos vosotros, miembros de la Academia pontificia para la vida, en esta
circunstancia especial en la que habéis celebrado el X aniversario de fundación
de la Academia, recordando a cuantos han contribuido a su nacimiento y, en
especial, al ilustre y benemérito profesor Jérôme Lejeune, vuestro primer
presidente, de quien conservo un grato y entrañable recuerdo.
Agradezco al presidente, profesor Juan de Dios Vial
Correa, las amables palabras que me ha dirigido y saludo también al
vicepresidente, monseñor Elio Sgreccia, y a los miembros del consejo directivo,
expresando a todos mi profundo aprecio por la intensa dedicación con que
sostienen la actividad de la Academia.
2. Estáis realizando dos "jornadas de estudio"
dedicadas al tema de la procreación artificial. Ese tema encierra graves
problemas e implicaciones, que merecen un atento examen. Están en juego valores
esenciales no sólo para el fiel cristiano, sino también para el ser humano en
cuanto tal. Emerge cada vez más el
vínculo imprescindible de la procreación de una nueva criatura con la unión
esponsal, por la cual el esposo se convierte en padre a través de la unión
conyugal con la esposa y la esposa se convierte en madre a través de la unión
conyugal con el esposo. Este plan del
Creador está inscrito en la misma naturaleza física y espiritual del hombre y de
la mujer y, como tal, tiene valor universal.
El acto con el que el esposo y la esposa se
convierten en padre y en madre a través de la entrega recíproca total los hace
cooperadores del Creador al traer al mundo un nuevo ser humano, llamado a la
vida para la eternidad. Un gesto tan rico, que trasciende la misma vida de los
padres, no puede ser sustituido por una mera intervención tecnológica, de escaso
valor humano y sometida a los determinismos de la actividad técnica e
instrumental.
3. La tarea del científico consiste más bien en
investigar las causas de la infertilidad masculina y femenina, para poder
prevenir esta situación de sufrimiento de los esposos deseosos de encontrar "en
el hijo la confirmación y el completamiento de su donación recíproca" (Donum
vitae II, 2). Precisamente por esto, deseo estimular las investigaciones
científicas destinadas a la superación natural de la esterilidad de los
cónyuges, y quiero exhortar a los especialistas a poner a punto las
intervenciones que puedan resultar útiles para este fin. Lo que se desea es que,
en el camino de la verdadera prevención y de la auténtica terapia, la comunidad
científica -la llamada se dirige en particular a los científicos creyentes-
obtenga progresos esperanzadores.
4. La Academia Pontificia para la Vida ha de hacer
todo lo que esté a su alcance para promover cualquier iniciativa válida
encaminada a evitar las peligrosas manipulaciones que acompañan los procesos de
procreación artificial.
Ojalá que toda la comunidad de los fieles se
comprometa a sostener los itinerarios auténticos de la investigación,
resistiendo en los momentos de decisión a las sugestiones de una tecnología
sustitutiva de la paternidad y la maternidad verdaderas, que por eso mismo
ofende la dignidad tanto de los padres como de los hijos.
Para confirmar estos deseos, os imparto de corazón a
todos vosotros mi bendición, que de buen grado extiendo a vuestros seres
queridos. Roma, 21 de febrero 2004.